lunes, 16 de enero de 2017

La vida social actual

Planteamiento de  la vida social actual
Actualmente ha surgido una clase de ética denominada la bioética por tanto será e l tema a tratar.
Históricamente, la bioética ha surgido de la ética médica, centrada en la relación médico-paciente. Respecto a ésta última, la bioética supone un intento de conseguir un enfoque secular, interdisciplinario, prospectivo, global y sistemático, de todas las cuestiones éticas que conciernen a la investigación sobre el ser humano y en especial a la biologí­a y la medicina.
Las definiciones que se han dado son muy diversas y reflejan, en cierta forma, la variedad de enfoques y concepciones. Una de las primeras señala que “La Bioética es el estudio sistemático de la conducta humana en el campo de las ciencias de la vida y del cuidado de la salud, en cuanto que esta conducta es examinada a la luz de los valores y principios morales”(Reich, 1978). Se aportan aquí­ importantes precisiones sobre el objeto de estudio: la conducta humana en dos terrenos especí­ficos, las ciencias de la vida (biologí­a) y los cuidados de la salud; y este objeto es estudiado a la luz de los valores y principios morales y de forma sistemática (Gracia, 1989; Ruiz Retegui, 1987: 7-51).
Existen bastantes divergencias en cuanto al contenido de la bioética. Algunos la ven como un simple marco de reflexión y de investigación interdisciplinaria sobre los desafí­os a raí­z de los progresos técnico-médicos. Otros van más lejos y ven en la bioética un “método de análisis” que ayude en los casos de toma de decisiones. O más aún, si se considera que forma parte de la ética o es una forma de ética, se puede entender como una “búsqueda normativa” del deber ser en el ejercicio profesional.
Principios, re
glas y valores
Como comenta Guy Durand, “la reflexión bioética se basa en los hechos y en principios y reglas. La bioética no quiere principios determinados de forma abstracta y que se impongan a la realidad de forma autoritaria. Tampoco quiere un sistema de principios que funcionaran como prohibiciones incuestionables… quiere concluir en los hechos, pero necesita sin embargo de principios y reglas (Durand, 1992: 41).
Existen dos principios fundamentales, unánimemente reconocidos, que son complementarios: el respeto a la vida humana, que pertenece al orden de la objetividad y debe servir de finalidad a la actuación ética; y el principio de la autodeterminación de la persona, que remite al dominio de la subjetividad y es esencial en la ética. Estos dos grandes principios no suprimen las reglas y normas más concretas y especí­ficas: el precepto de no matar, la noción de medios proporcionados, el principio de totalidad, el acto de doble efecto, el consentimiento libre e informado, etc.
Modelos éticos de referencia
Aunque la bioética trata siempre de permanecer cerca de las situaciones concretas, las teorí­as éticas están siempre presentes en las discusiones y en las soluciones que se apunten.
Podemos distinguir cuatro teorí­as principales:
a) La ética ontologista. Existe una moral objetiva, una bondad y una malicia intrí­nseca; es decir, que hay actos siempre y en sí­ mismos aceptables y otros, al contrario, condenables, cualquiera que sea la situación. Por tanto, la rectitud moral no es subjetiva ni situacional, ni arbitrariamente fijada por el hombre o por Dios: el bien existe en las propias cosas. Existen principios que se imponen al hombre como absolutos.
b) La ética utilitarista. El núcleo de la moralidad -para esta corriente- se encuentra en la maximización de la felicidad y la minimización de la miseria y del sufrimiento. Una acción es buena si tiende a este fin y mala si se aleja de él. Por tanto, la moralidad depende de las circunstancias, de la situación.
c) El deontologismo. Se opone a las anteriores teorí­as. Un acto es moral, no porque sea bueno en sí­ o porque sea útil, sino porque es correcto; la rectitud le viene de la voluntad, pues el bien se impone como un deber, un imperativo. Dentro de esta corriente, unos siguen a Kant, fijando grandes principios universales inevitables, y otros aceptan reglas, pero con excepciones en algunas circunstancias.
d) La ética personalista. Podemos reunir en esta corriente todos los esfuerzos que se han hecho para evitar el utilitarismo y el deontologismo, sin volver por ello exclusivamente a la escuela ontologista o, al menos, tratando de evitar sus excesos, o de conciliar objetividad y subjetividad en una ética de los valores. Esto se ha llevado a cabo desde diversas posiciones, algunas fuera de todo apoyo en una ontologí­a, y otras basadas en la metafí­sica del ser.

Principios reglas y valores.
De todas maneras, la aplicación de esas teorí­as da lugar, de hecho, a unos diferentes modelos éticos de referencia práctica, con muy desiguales consecuencias y jerarquí­a de valores a la hora de evaluar cualquiera de las cuestiones debatidas y, sobre todo, a la hora de enfrentarse con las dos cuestiones fundamentales de la bioética, que antes mencionábamos: el respeto a la dignidad de la vida humana y la defensa de la libertad de la persona. Al menos podemos mencionar cuatro: el modelo liberal radical, el pragmático-utilitarista, el modelo socio biológico y el personalista.
a) El modelo liberal-radical.
La referencia última y suprema del juicio ético es la libertad: es lí­cito lo que es libremente querido, libremente aceptado y no daña la libertad de los demás. Así­, respecto a la ingenierí­a genética, se sostiene la “libertad de investigación”: el investigador debe ser objetivo en la evaluación de los resultados y no debe tener ninguna regla ética más.
b) El modelo pragmático-utilitarista.
En el terreno de la bioética, este modelo se basa en la teorí­a de la praxis y una justificación del utilitarismo social. Es una posición bastante difundida en algunos centros y comités de bioética. El entendimiento humano no puede llegar a alcanzar ninguna verdad de tipo absoluto y, por tanto, tampoco puede definirse una moral válida para todos y para todos los tiempos.
c) El modelo sociobiológico.
Según este modelo, la vida y la sociedad están sujetos a la evolución biológica y sociológica, y los valores morales deben también modificarse de modo evolutivo. El motor es el “egoismo biológico” que da lugar al derecho y la moral, como expresiones culturales. Desde esta perspectiva, el único valor ético es el que permite mantener el equilibrio evolutivo del ecosistema, en continuo progreso.
d) El modelo personalista.
En el panorama cultural actual, la concepción personalista es la que mantiene el primado y la intangibilidad de la persona humana, considerada como valor supremo, punto de referencia, fin y no medio. Dentro de las diversas posiciones, la que pensamos más fundamentada es la que remite la persona al ser: la persona humana “es digna” porque “es más”.
Ejemplo de la ética social.
Como todos sabemos la ética sial se desarrolla  más frecuentemente en nuestros campo laboral por tanto el siguiente ejemplo enfoca las relaciones profesionales. Un  médico clínico con 24 años de ejercicio de la profesión, y considera lo siguiente:
En relación a los pacientes: guardar el secreto profesional; mantenerlo informado de su estado de salud y de las opciones en cuanto a diagnósticos diferenciales, estudios complementarios, tratamientos y pronósticos; optimizar la relación entre su libertad de elección y nuestras propuestas propender a la mejor conducta de promoción, prevención, diagnóstico, tratamiento y rehabilitación que diere a lugar.
En relación a los demás colegas: evitar comentarios negativos sobre los mismos (sí puede hacerse personalmente con el colega como intercambio de opiniones profesionales), y, personalmente, utilizo en toda ocasión posible los comentarios positivos sobre ellos; no propender a "quitar pacientes".
 Atención: No está fuera de ética dar información técnica o pericial ante un juez, o, en un ateneo, por más que esta sea contraria a lo actuado por un colega: siempre debe fundamentarse; no es inhabitual que en un ateneo coexistan opiniones diferentes respecto al caso en cuestión.
En relación al resto de la comunidad: no somos distintos a otras personas.
Ejemplo de ética en la política
Recientemente, en Gran Bretaña, el ministro de energía ha dejado el cargo por el escándalo levantado en torno a una multa de tráfico endosada a su mujer diez  días atrás, en un ejemplo que ha servido como pocos para ilustrar la doble vara de medir que en cuestión de ética política y responsabilidad moral hay en unas y otras latitudes.
Son sólo cuatro muestras de ejemplaridad política que en estos días nos hacen sangrar en la España en la que una ministra de Sanidad se mantiene incólume en el cargo pese a las revelaciones que demuestran lo insostenible de su posición.
No es cuestión, repito una vez más, de señalar las vergüenzas ajenas para obtener provecho político de una situación que empieza a pasar factura al país en otros indicadores más sustanciales para el común de los mortales, enfrentados a la realidad de una depresión económica con mayúsculas, no a una crisis. Es el momento de afrontar las vergüenzas como propias, como producto de un sistema político agotado en medio de falsas líneas rojas que nos impiden cambiar y actualizar el modelo. Líneas rojas levantadas a mayor gloria de los venerados padres de una Transición que hoy se nos muestra acartonada y amortizada por la Historia.

La ética política, o la percepción ciudadana de su ausencia en España, nos enfrenta con el espejo de lo que ocurre en otras latitudes, con la crudeza del contraste entre la situación económica que nos diferencia a unos países y otros. Ese factor diferencial, tan español como la tapa y la caña, es causa y consecuencia del daño que está causando el caso Bárcenas a la imagen que queremos trasladar al mundo.

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